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Claudia Álvarez, de la medicina a la investigación en NASA

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Claudia Álvarez, de la medicina a la investigación en NASA

por Susana Paz

Ciudad Universitaria, CDMX. 27 de junio de 2020.- Le gusta ir al cine y discutir con sus colegas sobre algoritmos, extraña a sus seres queridos, adora a sus gatos, quiere encontrar su lugar en la academia y sueña con pertenecer o tener su propio laboratorio. A sus 33 años, Claudia Álvarez Carreño es la segunda mexicana en ganar la beca para investigadores posdoctorales que otorga la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) en el área de Astrobiología. 

Después de estudiar en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), realizó su doctorado en la Facultad de Ciencias en el Laboratorio de Origen de la Vida y desde hace nueve meses hace investigación posdoctoral en el Instituto Tecnológico de Georgia mediante la beca Fulbright-García Robles, en el laboratorio de Loren Williams, quien es su actual mentor. 

El nombramiento como fellow de NASA le permitirá continuar un año más con sus investigaciones con su proyecto titulado Origen y evolución de los primeros plegamientos de proteínas y, si todo resulta bien, puede pedir la renovación de la beca por un segundo y hasta un tercer año.

Desde la ventana de su habitación en Atlantla, se filtra la luz de la tarde y su sonrisa inunda la entrevista en la que habla sobre el camino que la ha llevado a obtener este nombramiento, de su amor por la UNAM, de cine, de sus gatos y de los elementos que se necesitan para lograr cumplir de manera exitosa los objetivos profesionales.

De la medicina a la investigación

Si hay alguna influencia en su infancia y en su familia es la de su hermana. “Yo siempre tuve el ejemplo de mi hermana mayor y en la escuela ella era la que sacaba las buenas calificaciones. Entonces yo sabía que tenía que seguir un poco sus pasos y también sacar buenas notas y cada que no podía hacer algo la veía a ella y decía, yo también tengo que echarle ganas”. 

El apoyo de sus padres ha sido una constante. Cursó la preparatoria en el Liceo Franco Mexicano en donde “sufrió” un poco por aprender el francés pero al final lo logró y esto le otorgó una visión diferente en la educación. Fue ahí en donde se dio cuenta de que le gustaban mucho la biología y la química. 

“Pero como no era muy buena en química pensé, bueno, mejor biología, y al final dije, no mejor estudio medicina. Mi idea era entender más sobre las enfermedades, entonces entrando a la carrera me di cuenta de que tampoco ahí encajaba muy bien, porque todo mundo quería curar enfermedades y yo quería entenderlas”.  

En la Facultad de Medicina se inscribió al programa de alta exigencia académica de la UNAM, en los grupos llamados núcleos de calidad educativa, en donde empezó a internarse en actividades de investigación y en saber qué se hacía en un laboratorio.  

Fue a partir del segundo año de la carrera que se unió a un laboratorio de investigación como voluntaria en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ) con el doctor Julio Granados, quien se convertiría en su primer mentor y con quien descubrió que la investigación era lo que más le gustaba. 

La investigación que hacía al principio estaba relacionada con la clínica y fue durante la epidemia de influenza en México en 2011 que empezó a seguir el trabajo del doctor Antonio Lazcano. 

“Cuando había conferencias de él en la Facultad de Ciencias asistía siempre que podía y después de una de esas conferencias fue que me acerqué a su grupo y entonces decidí entrar a hacer un doctorado directo en su laboratorio, en el programa de Ciencias Biomédicas”. 

Los desafíos de la investigación científica

Cuando se presentó en el grupo del Laboratorio Origen de la Vida de la FC, les expresó que tenía mucho interés en hacer investigación en evolución y, sobre todo, que estaba dispuesta a aprender porque su área era muy diferente. 

“Al principio tuve que retomar mis estudios y replantearme lo que iba a aprender, porque la mayor parte de lo que se hace en ese laboratorio es computacional y yo nunca había tenido una formación en Bioinformática. Entonces el primer semestre fue de mucho aprendizaje y mucho del apoyo que tuve fue de mis compañeros del doctorado, principalmente del doctor Mario Rivas quien también tiene un nombramiento como NASA posdoctoral fellow”. 

Mario Rivas es justamente el primer mexicano en obtener ese nombramiento y se convirtió también en uno de sus grandes apoyos, incluso le enseñó muchas de las cosas que ahora trabaja. 

Fue justo en este laboratorio en donde se dio cuenta de los desafíos y los sinsabores que puede tener el trabajo de investigación científica, porque se deja de ser un estudiante que espera buenas calificaciones, a esperar buenos resultados en las investigaciones. 

El 13 de septiembre de 2017 terminó el doctorado y entró al laboratorio de Bioinformática del doctor Marcelino Arciniega, en el Instituto de Fisiología Celular, con quien desarrolló un método para encontrar los patrones que se repiten en la estructura de una proteína; ya desde entonces tenía la inquietud de estudiar cuáles son los determinantes más antiguos de la estructura de las proteínas. 

“Ya conocía el trabajo del doctor Loren Williams con el ribosoma, y en el ribosoma están justamente algunas de las proteínas más antiguas entonces, si quería entender cuáles son estos patrones, tenía que entender cuáles son los patrones de las proteínas en el ribosoma”. 

Desde agosto de 2019 empezó una estancia posdoctoral de nueve meses con una beca Fulbright-García Robles en el Instituto Tecnológico de Georgia. Sin embargo, durante este tiempo se dieron cuenta que el proyecto iba a crecer mucho por lo que les interesaba que Claudia Álvarez lo continuara. 

En este instituto trabajan muchos grupos de investigación que se dedican al área del origen de la vida y existe un centro virtual que reúne a varias universidades denominado Centro para el Origen de la Vida de la NASA, cuyo director es Loren Williams, su asesor. 

Fue entonces que empezó a buscar formas de extender su estancia y que decidió enviar proyectos al programa posdoctoral de NASA. 

La tercera es la vencida

Era la tarde del 3 de junio de 2020 cuando Claudia recibió la noticia. Era también la tercera vez que intentaba obtener el nombramiento, la tercera vez que enviaba un proyecto. 

“Realmente los anteriores proyectos fueron producto de un trabajo muy intenso, este no fue la excepción, pero para esta tercera ocasión ya estaba un poco desanimada; de todas maneras puse todo mi empeño, envié todos mis documentos y sabía que se acercaba la fecha para recibir los resultados, pero tenía el presentimiento de que no me lo darían”. 

Trabajaba virtualmente con Antón Petrov, uno de sus colaboradores  —que también es uno de sus asesores en Georgia Tech—, analizaban datos y fue entonces que vio en su celular un mensaje que decía: “Felicidades”, y a un lado, NASA posdoctoral program. 

Sin abrir el correo supo entonces que era una aceptación porque las dos veces anteriores, en vez de felicidades, decía “Decisión”. 

“Estábamos trabajando y le dije a Antón, solo quiero interrumpir un momento, me acaban de dar la beca de NASA. Y él me respondió, ¡ah, muchas felicidades! Y después seguimos trabajando. Lo que sentí fue más una sensación de alivio, porque esto me permite continuar con mi investigación, aunque claro que estaba muy contenta”. 

Al final de su día de trabajo empezó a comentarlo con las personas que más la han apoyado: su pareja, su familia y sus amigos más cercanos.  

¿Qué es el ribosoma?

Todas las proteínas de una célula se forman en el ribosoma, una estructura esencial para la vida y que es universal; está hecho de ácidos nucleicos y proteínas.

“Fue hace una semana que lo comenté con mis compañeros del doctorado y ellos fueron los que destaparon la noticia. Lo cierto es que he aprendido a ser mas cautelosa, porque muchas veces existen los proyectos pero hasta que no está firmado no es real”. 

Su nombramiento como fellow de NASA viene con un apoyo económico, además de algunos cursos de formación que otorga la beca para áreas como comunicación de la ciencia y algunas otras formaciones que ofrece a sus posdoctorantes.  

Tiene una duración de un año y al finalizar se puede hacer una solicitud de extensión. El tercer año se puede seguir siendo un fellow de NASA pero el financiamiento debe venir de una fuente externa.  

Esta beca se otorga a personas que tengan una investigación que esté alineada con los objetivos de investigación de la NASA, por lo que la investigación de Claudia Álvarez es parte de proyectos más grandes que tienen que ver con Astrobiología. 

— ¿Hasta dónde te gustaría llegar en tus investigaciones?

—Por el momento estoy combinando mis intereses, el origen de las proteínas, con los intereses del laboratorio, la evolución del ribosoma; se trata de un proyecto muy ambicioso cuyo objetivo es entender cuáles son los patrones de las proteínas en cuanto a su composición, su estructura, su química, que permiten explicar que existen proteínas con las formas que vemos hoy en día; ese es el alcance de la investigación aquí.  

Mi objetivo es continuar estudiando cuáles son los determinantes de la estructura de las proteínas en general. Y para esto sí quisiera continuar una vida académica, los posdoctorados son una forma de iniciar un proyecto que es independiente, ya no es estudiar, ya es hacer investigación con contratos por tiempo determinado. Aunque, en realidad, mi objetivo principal es encontrar mi lugar en la academia, ya sea ser parte de un laboratorio o tener mi propio laboratorio.

Porque, para Claudia Álvarez, el éxito en su carrera profesional que ha alcanzado es una combinación de factores, “claro que hay que trabajar constantemente, si no tú sólo te cierras las puertas, pero también se requiere un poco de suerte, condiciones adecuadas; pero lo más importante es intentarlo”. 

Por ejemplo —afirma—, la pandemia de coronavirus ha afectado a muchas personas que están en sus etapas muy tempranas como científicos, porque hay menos plazas de trabajo o es muy difícil que llegue el dinero y las colaboraciones son complicadas. 

“Es cierto que hay diferencias entre México y otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos existe facilidad incluso para pedir cosas; aquí se piden reactivos y en dos días llegan, en México, piden una orden de cosas y tardan semanas en llegar, se tienen que contar más días, más dinero, más esfuerzo para llegar a un objetivo igual que el que se puede hacer en cualquier parte del mundo. Aunque, sin duda, estoy segura de que mucha de la investigación que se hace en México es de la calidad mas alta”.  

De redes de apoyo y mentores

A sus 33 años, Claudia Álvarez está formando una carrera científica brillante. Afirma que los elementos que considera determinantes para tener una buena trayectoria profesional son los siguientes. 

“En mi caso, en primer lugar, la red de apoyo que tengo es muy importante. El poder contar con alguien, aunque no sea del área, para desahogar los buenos y los malos días, porque siempre va a haber buenas y malas noticias. Lo primero es entonces una buena red de apoyo”.  

El siguiente elemento es encontrar mentores que ayuden y apoyen; que realmente les importe el crecimiento de sus alumnos. Y los mentores no necesariamente tienen que ser los maestros, sino que se pueden encontrar en todos los ámbitos. 

“La primera persona en quien pude confiar para decirle mis inquietudes e intereses fue el doctor Julio Granados. Durante el doctorado mi principal tutor fue el doctor Antonio Lazcano y los doctores Jesús Aguirre, Froylán Gómez y Arturo Becerra. En esa estapa también conocí a personas a quienes admiro mucho y que me gustaría seguir sus pasos en la ciencia, por ejemplo, la doctora Adela Rodríguez de la Facultad de Química y el doctor Arturo Torres, del Instituto de Fisiología Celular”. 

También la doctora Liliana Quintanar del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), con quien —dice—, ha hablado solo un par de veces, “pero veo su carrera científica y digo, es alguien muy sensata que te plantea las cosas claramente y con los pies muy bien plantados en la tierra”. 

Otro punto es tener gusto por aprender. “Si no hay gusto por hacerlo, tal vez hay que plantearse si es el camino que se quiere llevar. Pero en realidad hay que disfrutarlo, también se puede aprender a disfrutar cosas que se pensaba que no eran para uno. Todo hay que hacerlo con gusto”. 

Y un último aspecto es encontrar con quien discutir ideas de forma académica, hacer journal clubs. Para Claudia es muy bueno que, desde muy temprano en la licenciatura, se hagan clubes de lectura para leer artículos o discutir sobre temas complejos, porque integrar en la vida cotidiana las discusiones científicas es algo positivo. 

De gatos, universidad y cine

En Atlanta, Claudia Álvarez se dice afortunada de estar en un laboratorio absolutamente diverso, en donde tiene compañeros de casi todos los continentes y cuyo interés común es hacer investigación en los ribosomas. 

“El ambiente en el laboratorio es increíble, estoy muy contenta. Me permite sacar una parte creativa de mí, por ejemplo, mi trabajo en realidad es hacer algoritmos que permitan analizar los datos que ya existen, y también me gusta leer sobre algoritmos, entonces tomo inspiración de estos y las discuto con amigos que no son del área pero que conocen sobre estos temas”. 

Pero, ante todo, lo que más disfruta es la sensación de conocer algo nuevo sobre algún concepto, lo increíble de decir: “acabo de descubrir algo que nadie sabía”. 

La egresada de la UNAM también reserva un lugar especial para su universidad. “Para mí realmente es una institución admirable y creo que de la admiración de muchos de sus integrantes sale su fuerza. Muchos de mis maestros, en todas las etapas, sé que daban clases no por ganar dinero, sino por la satisfacción de estar frente a nuevas generaciones de alumnos que forman parte de la institución que los vio formarse. Y claro que yo quisiera ser alguien que retribuya de esta forma a la UNAM”. 

Para Claudia fue un lugar de crecimiento en todos los aspectos, tanto en el académico el cultural,  por todos sus espacios, como el Centro Cultural Universitario y las salas de cine, y también de recreación e interacción social, porque ahí conoció a grandes amigos.

“En la Facultad de Ciencias lo que más me gustó —aparte de estar rodeada de grandes científicos—, fue la apertura y la diversidad de personas, de personalidades; caminar por ahí es ver diversidad. Creo que eso se debe fomentar porque es realmente positivo, enorgullece estar en un lugar con apertura, eso para mí es característico de la facultad”. 

Todavía faltan algunos años para que Claudia Álvarez regrese a México y la pandemia la ha vivido sola, aunque trabajando.

“Sí extraño México, por supuesto que extraño todo, bueno, el tráfico no. Soy de la CDMX y claro, las partes negativas no las podemos dejar afuera, pero la comida, poder ver a mi familia, a mis padres, a mi hermana, a mis amigos, a mi pareja. Esa ha sido una decisión difícil”. 

Extraña, desde luego, platicar y convivir con sus seres queridos, ver películas, a sus amigos y, sobre todo, a sus adorados gatos.  

“Me gusta mucho ver películas, justo para mí era perfecto tener las salas de la UNAM. Sobre todo durante la carrera de medicina, saliendo de mis clases me iba a ver una película, y luego a seguirle, a estudiar. Disfruto mucho convivir con mis amigos y con mis gatos, que son mi adoración; uno se llama Fausto y la otra Mary Shelley, como la escritora, pero bueno, la verdad es que ahora se llama Cheli, en eso derivó”. 

—Y cierra la conversación con una luminosa carcajada. 

Científico preferido:
¡Ay qué difícil! Cecilia Payne, quien se dedicó a estudiar de qué están hechas las estrellas. Pienso que el trabajo de muchos científicos es impresionante, pero también tenemos que bajar un poco el culto a la persona, es mejor fijarse en su trabajo. 
Tus tres libros favoritos:
El desierto de los Tártaros, de Dino Buzzati; La náusea, de Jean-Paul Sartre y El gigante enterrado, de Kazuo Ishiguro. 
Tu película:
Siempre me gustan las películas muy horrorosas. La película de animación Vals con Bashir, de Ari Folman.
Tu música:
Escucho mucho a Vampire Weekend y Simon and Garfunkel. Para trabajar soy súper chafa, porque escucho algo que se llama ruido blanco, de otra forma no logro concentrarme y me la paso cantando. 
Tu mejor época escolar:
La prepa. 
Para conocer:
Japón.
Para vivir:
Tübingen, un pueblito de Alemania.  
Lugar favorito de CU:
El Centro Cultural Universitario.