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Un sueño de RNA y fútbol

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Egresado de la Facultad de Ciencias realiza estancia posdoctoral en UCLA

Un sueño de RNA y fútbol

por Susana Paz

Ciudad de México. México. 4 de septiembre de 2010.- De niño quería ser médico o futbolista. En preparatoria le dio por la historia y las ciencias políticas. Al final ganó la biología. Ahora, a sus 29 años, Alberto Vázquez Salazar es exacto y rotundo en cada palabra. Desde su departamento en Los Ángeles, California, no duda en afirmar que su sueño es regresar a México y convertirse en profesor - investigador de la Facultad de Ciencias de la UNAM.  

Alberto se encuentra en Estados Unidos desde febrero de 2020 en donde realiza una estancia posdoctoral en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) en el Departamento de Química e Ingeniería Molecular bajo la supervisión de la doctora Irene Chen, investigadora titular del Laboratorio de Diseño Biomolecular y Evolución en Sistemas a Nanoescala. 

La doctora Chen es referente en el área; se doctoró en Harvard bajo la asesoría del premio Nobel de Medicina Jack Szostak. Alberto se integró a su equipo apenas terminó su doctorado en Ciencias Biomédicas en el Laboratorio Origen de la Vida de la FC y ahora estudiará el papel que jugó el RNA (ácido ribonucleico, por sus siglas en inglés) en etapas tempranas de la vida, en particular, en el origen y evolución del ribosoma. 

Su último día en México fue el 30 de enero de este año —pretende una estancia de cinco años— y le ha tocado vivir todo el confinamiento en su nuevo papel como investigador posdoctoral y adaptarse a la vida lejos de su familia y amigos a los que tanto extraña.

En entrevista hace un recuento del camino —bordeado de éxitos y fracasos—, que lo ha llevado a ser uno de los estudiantes más jóvenes egresados de la Facultad de Ciencias que, en medio de esta pandemia, hace una brillante carrera de investigación en un prestigiado laboratorio a nivel mundial. Rememora sus mayores pasiones: el fútbol y el Laboratorio Origen de la Vida, que define como su segundo hogar. Y, sobre todo, habla del profundo amor hacia su familia, de la importancia de atreverse a errar y de su fe en la educación como la clave para tener una sociedad más sana y justa. 

En su librero de madera se asoman unas macetas con suculentas aunque, dice, su relación con ellas es más práctica que amorosa. De un lado sobresale una fotografía de su mamá y de él cuando se tituló y del otro una del equipo Macacos United con quienes experimentó las más grandes alegrías y desazones que le ha dado la vida deportiva.  

Confinamiento y colaboración a distancia

Alberto llegó a Estados Unidos en febrero. Justo le tocó el inicio de la pandemia en ese país y la transición de las actividades normales a las de cuarentena. En este momento en UCLA se encuentran en fase de regreso parcial y sólo hay actividades de investigación.  

“Decidí ponerme en cuarentena estricta. Durante marzo, abril y mayo no salí del departamento y de la casa para nada. Para todos ha sido un proceso complicado. Sin embargo, he estado trabajando en el laboratorio con cuestiones de bioinformática, que son las cosas que aprendí a hacer en el Laboratorio Origen de la Vida de la Facultad de Ciencias”. 

Fue el investigador de la FC Antonio Lazcano Araujo —su mentor durante licenciatura y doctorado— quien le envío en marzo un mensaje a él y a un grupo de personas, sus alumnos, exalumnos y gente que está haciendo posdoctorado en Estados Unidos, y les preguntó si se sentían en posición y con ánimos de colaborar y de poner un granito de arena para la investigación relacionada con el COVID-19. 

“Todos aceptamos inmediatamente y empezamos a conformar una especie de grupo de investigación a distancia, con mucha comunicación y reuniones virtuales. Empezamos a trabajar en cosas de bioinformática, sobre evolución y origen del virus, pero también muchas aproximaciones in silico, en computadora, para tratar de encontrar y proponer blancos terapéuticos para atacar al virus”. 

El primer artículo que publicaron —aunque él no participó— salió de estos  grupos de trabajo, donde proponen el uso del Sofosbuvir, un medicamento utilizado comúnmente para la hepatitis C. Actualmente están estudiando otros blancos moleculares en el coronavirus y proponiendo lo que se llama “repropósito”, es decir, estudiando fármacos y drogas que ya están disponibles para tratar otras enfermedades y encontrar un nuevo propósito para enfrentar la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2. 

“Eso durante todos estos meses me ha mantenido bastante entretenido, con muchos ánimos de ayudar, con muchos ánimos de colaborar con mis amigos, mis compañeros y mis mentores en México y en otras partes del mundo”. 

De familia y biología

Para Alberto vivir el confinamiento ha sido difícil. Sin embargo, se comunica todos los días con su familia por videollamada y nunca ha perdido el contacto. Para el joven investigador, su casa es el primer lugar de formación. 

“Tuve la fortuna de tener una educación en casa, en donde mi madre —que es mi pilar en la vida y mi familia—, siempre me apoyó para darme la libertad de elegir lo que yo quisiera. Fue la persona que me dijo: haz lo que quieras. Entonces decidí ser biólogo, luego decidí hacer investigación, y luego continuar con un posdoc. Y en todo eso ella siempre me apoyó. Soy tremendamente afortunado porque tengo a mi familia, a mis hermanos y a todas las personas que siempre me apoyaron”.  

El origen e influencia de su vocación vienen determinados en casa. Su mamá es bióloga, dedicada enteramente a la botánica. Entrar a su estudio, dice Alberto, y ver sus libros y sus especímenes de plantas, tuvo una gran influencia en él. 

“Pero no sólo con mi mamá tuve esa parte de la ciencia. También con mis hermanos. Mi hermano mayor es filósofo, gracias a él tengo una influencia muy fuerte de la lectura, él siempre está rodeado de libros. Mi hermana mayor es comunicóloga, con una trayectoria muy impresionante. Verlos a los dos me inspiró mucho. Mis hermanos son increíblemente inteligentes y brillantes, creo que yo soy el menos inteligente de todos. Verlos a ellos crecer —soy 10 años menor—, ir a la universidad, estudiar, luchar, abrirse paso, siempre tuvo en mí ese impacto de decir, yo también quiero ser parte de mis hermanos, no quiero quedarme atrás, quiero que también estén orgullosos de mí”. 

Cuando era niño, Alberto no sabía a qué se quería dedicar. Podía imaginarse como futbolista o doctor. Él quería ser ambos, pero en algún momento se dio cuenta que no era bueno para ninguno de los dos porque se desmaya con la sangre y para el fútbol, dice, es malísimo. 

Después, en preparatoria, pensó en estudiar ciencias políticas o historia, por la gran influencia de su hermano. También le interesaba la informática y las computadoras. 

“Pero en algún momento me di cuenta que el ámbito científico era lo que me llamaba, y en biología encontré una intersección muy hermosa y armoniosa de todo lo que me gustaba. Especialmente en el laboratorio, porque se usa como herramienta principal la bioinformática. La biología es una ciencia histórica, nada en la biología tiene sentido a menos que no este bajo la luz de la evolución. Entonces pude combinar la historia con todo lo que me gustaba; fue en la Facultad de Ciencias y en el laboratorio donde mis pasiones se juntaron en un solo lugar”. 

Camino al laboratorio y al RNA

A finales de 2011, estando en licenciatura, se acercó al doctor Antonio Lazcano, quien le abriría las puertas de su Laboratorio Origen de la Vida. 

“Mi interés por el laboratorio y por la investigación nació por parte de mis profesores en la universidad. Pero en algún momento, no sé exactamente cuando, me empecé a interesar mucho en la molécula de RNA, que es básicamente el primo químico del DNA que todos conocemos. Por todas las actividades que esta molécula desempeña en la célula, por ver su biología en la célula(…) Es impresionante, el RNA hace absolutamente de todo, y eso me impresionó mucho como un estudiante de licenciatura”. 

Recuerda en esos años una clase con el doctor Alejandro Zentella —quien, asegura, es uno de los mejores profesores en el área de ciencias biológicas y de la salud—, que les dejó leer un capítulo de un libro biología celular muy famoso llamado Biología molecular de la célula, de Bruce Alberts. Les pidió que leyeran una edición ya pasada, porque la parte en la que él quería que se centraran ya no estaba incluida en nuevas ediciones. Ese capítulo hablaba sobre el papel que el RNA pudo haber jugado durante la evolución temprana de la vida. “Fue como un flechazo, en ese momento quedé fascinado con esa molécula”. 

Ya en el laboratorio, la primera persona con la que empezó a hacer investigación fue el doctor Ricardo Hernández Morales, quien sería su primer maestro en el laboratorio y quien, afirma, le enseñó y ayudó a crecer. 

Ahí mismo también realizó su servicio social. Después el doctor Lazcano le propuso un proyecto que tenía que ver con la evolución molecular de un aminoácido muy particular llamado histidina, que está presente en muchas enzimas. 

¿Qué es el ARN?

El ácido ribonucleico (ARN) es una molécula similar a la de ADN que posibilita la síntesis de proteínas. A diferencia del ADN, el ARN es de cadena sencilla. Una hebra de ARN tiene un eje constituido por un azúcar (ribosa) y grupos de fosfato de forma alterna. Hay diferentes tipos de ARN en la célula: ARN mensajero (ARNm), ARN ribosomal (ARNr) y ARN de transferencia (ARNt). 

“De alguna manera me encaminé, casi sin pensarlo, en la investigación referente a la evolución de la catálisis biológica. Cuando me di cuenta ya estaba en ese carril de investigación y todo me fascinaba.  Mi tesis de licenciatura tuvo que ver con histidina y su evolución molecular”. 

Durante el trayecto de licenciatura y servicio social tenía ya claro que quería dedicarse a la investigación. Al terminar entró al programa de doctorado directo en Ciencias Biomédicas. 

“Hice un proyecto que retomaba lo que había hecho durante la licenciatura, respecto a la catálisis biológica y que también abordaba el papel del RNA en la evolución temprana y en catálisis biológica. Tuve la oportunidad de tener grandes profesores, grandes maestros, excelentes compañeros y grandes amigos que me ayudaron a pasar cinco años en el doctorado y a terminarlo el año pasado en 2019”. 

Llegar a UCLA

Una de sus principales metas profesionales es convertirse propiamente en un investigador en algún momento de su vida. Por lo que sabía que lo que seguía al terminar el doctorado es lo que llaman “entrenamiento”. 

“Una de las cosas que debemos reconocer como estudiantes de la UNAM, es que la universidad te da muchísimas cosas y oportunidades. Una de las cosas que a mí me ofreció fue la oportunidad de ir a congresos internacionales, lo cual es algo que un alumno de licenciatura, maestría o doctorado puede y tiene que hacer porque de ello surgen nuevas ideas y oportunidades”. 

Fue justamente en 2017 cuando asistió al Congreso Internacional de la Sociedad sobre el Estudios del Origen de la Vida (ISSOL, por sus siglas en inglés), el más importante del ámbito en la comunidad científica, en donde conoció a la doctora Irene Chen, a través del doctor Lazcano. 

“Él me la presentó directamente y tuve la oportunidad de hablar con ella y plantearle mi trabajo que presentaba en ese momento. Le expuse además mi interés y las posibilidades que me daba la universidad, por parte del programa de doctorado, de hacer una estancia en un laboratorio internacional por un semestre. La doctora me aceptó y en 2018 preparé las maletas y me fui a su laboratorio para hacer una estancia de un semestre en Santa Bárbara, porque en ese momento su laboratorio estaba ahí”. 

Estuvo un semestre trabajando con ella, con sus alumnos, aprendiendo en su laboratorio y en las fuentes experimentales todo lo que implica estudiar RNA. Al final de la estancia le expuso a la doctora que estaba muy pronto a titularse y que le interesaba continuar su formación científica con ella en forma de un posdoctorante. Ella lo aceptó. Regresó a México a terminar sus análisis, a escribir la tesis y en 2019 se tituló. 

Sin embargo, el sistema de universidades en Estados Unidos funciona muy distinto al de México. El concepto de “universidad pública” no es el mismo en ambos países. 

“Son muy diferentes los sistemas de financiamiento que tiene, y una de las cosas que esperan las universidades de Estados Unidos es que un posdoctorado, e incluso un doctorado, traiga su propio dinero, su propio financiamiento. Una de las cosas que los estudiantes tienen que hacer es escribir propuestas de investigación para conseguir ese financiamiento”. 

Alberto escribió entonces una propuesta de investigación que sus maestros y profesores le ayudaron a revisar. Tuvo una constante revisión con la doctora Irene Chen. Sometió la propuesta y unos meses más tarde le contestaron que no había ganado el financiamiento. 

“Estaba muy decepcionado y le comuniqué a la doctora el resultado, pero ella lo tomó muy normal porque sabe que así es en este tipo de convocatorias. Yo seguía buscando opciones cuando, de repente, el año pasado, un poco antes de que me titulara, la doctora me contactó y me comentó que su laboratorio se estaba mudando a Los Ángeles y que, gracias  a ese cambio de sede iba a tener acceso a financiamiento, que si me gustaría unirme de esa manera a su laboratorio. Por supuesto que acepté y por eso estoy acá”.  

En los próximos años Alberto debe entrar al proceso de escribir proyectos para concursar por becas y financiamiento. Estará en esta estancia en inicio por un año, porque  por regla no lo pueden contratar más, pero la primera renovación es por dos años continuos, aunque la propia doctora Chen le advirtió desde un principio que un posdoctorado puede alargarse hasta cinco años. 

“Tengo mentalizado estar aquí el tiempo que sea necesario, en el que me pueda seguir desarrollando y aprendiendo académica y experimentalmente. Estoy consciente de que en un futuro cercano, cinco o seis años, voy a regresar a México porque quiero regresar a trabajar a la UNAM”. 

Los errores, los macacos y la educación

La meta/sueño de Alberto es poder regresar a México y ser parte de la UNAM como profesor investigador. 

“Eso es lo que me gustaría ser y estoy consciente de la dificultad que eso implica. Pero estoy convencido de regresar y contribuir de la manera que me corresponde, no solamente con investigación sino también enseñando y formando a las nuevas generaciones. Porque así como yo recibí una formación increíble, con profesores impresionantes, me gustaría poder retribuir también de esa manera”. 

Para Alberto, en el camino de la investigación y la carrera científica hay dos elementos que no se deben olvidar: perder el miedo a equivocarse y nunca dejar de divertirse.  

“Porque irremediablemente nos vamos a equivocar. No hay que casarse con esa idea de ser siempre exitosos y de que el éxito es lineal. Hay que aceptar que el fracaso, por ponerle una palabra, el no éxito o las equivocaciones, son parte de una carrera”. 

Hace unos años, explica, un investigador de la Universidad de  Princeton —cuando por fin lo contrataron, que fue su éxito—, reflexionó retrospectivamente lo que había sido su carrera y publicó una especie de currículum que llamó el “currículum de fracasos”, de las cosas que no salieron bien. 

“Reflexionó que siempre presumimos y alabamos las cosas que sí salen bien; cómo obtuve esta beca, esta estancia, me aceptaron el artículo; pero en realidad la carrera científica —y creo que cualquier otra carrera—, está cimentada en los errores, en los fracasos. Mi punto es que no hay que temerle a fracasar o a derrotarse por un momento, es parte de la formación y de la vida”. 

El otro elemento a considerar es darse la oportunidad de no estar estresado. Porque, afirma, muchos estudiantes viven una vida de estrés extremo y constante, por lo que es necesario buscar otro tipo de actividades que los hagan sonreír de vez en cuando. 

“A mí me encanta ver películas, pero una de las cosas que más amo en la vida es jugar, ver, analizar y comentar todo sobre fútbol soccer. Soy un apasionado por el fútbol”. 

Fue en el 2014 después de ver el mundial que, con sus amigos de laboratorio, decidieron formar un equipo con el que Alberto jugó hasta que se mudó a Los Ángeles. 

“Desde entonces jugué con los Macacos United del Laboratorio Origen de la Vida y me daba unas divertidas increíbles, mandamos a hacer nuestras playeras y me lesioné muchas veces. Cuando te medio ahogabas en el estrés, decías, bueno, pero el fútbol me está esperando. No importaba si perdíamos, era para divertirnos y quitarnos el estrés, porque siempre hay que conservar esta parte de diversión”. 

Para el joven investigador, el Laboratorio Origen de la Vida es su segundo hogar. Ahí formó lazos inquebrantables con sus amigos y ahí también recibió la formación que ahora le permite estar en una estancia posdoctoral en UCLA.  

“Porque hay que recordar siempre que la clave del progreso, si así se le puede llamar, está en la educación. En promoverla a todos los sectores, en darle financiamiento. La educación es la clave de todo. La que uno recibe en casa y la que se recibe en la escuela. Nuestro proyecto como sociedad debería estar enfocado a la educación, porque sólo con una educación de excelencia es que vamos a respetarnos unos a otros y a valorar las cosas que, en momentos de crisis como este, no valoramos, como la investigación y la ciencia en general. Nuestra meta como sociedad es una educación de excelencia para todos”.

Científico preferido:
Francis Crick (1916-2004), un científico británico famoso por ser uno de los dos descubridores de la estructura bidimensional de la doble hélice del DNA. 
Película favorita:
Only lovers left alive de Jim Jarmusch (2013). Una historia increíble, que suena ridícula cuando yo la cuento, pero es una historia que habla de dos vampiros enamorados y una distopía en la Tierra.
Libro favorito:
El desbarrancadero de Fernando Vallejo. Es un libro que me dio mi hermano de algo que yo llamo “realismo amargo”. Lo leí en la transición de mi niñez a la pubertad y me impactó mucho. Lo he releído por lo menos unas 10 veces. 
Música favorita:
Algo que me acuerdo mucho de mi etapa de adolescente es que mis hermanos ponían a Joaquín Sabina. Tenía una copia pirata de su disco Física y química. Me fui enamorando de las letras, de las metáforas, de toda la lírica. Me considero un sabinero. 
Planta favorita:
Las que siempre disfruto ver son las cícadas y los helechos arborescentes. 
Lugar para visitar:
¡Justo ahora me encantaría visitar la Ciudad de México!
Lugar para vivir:
Me encantaría explorar la mayor parte del mundo y de México todo lo que pudiera. Pero siempre hay una nostalgia chilanga, pensar en mi casa, en Río Churubusco y La Viga, en Iztapalapa, donde crecí. 
Lugar favorito de CU:
El Laboratorio Origen de la Vida. 
Equipo de fútbol:
Pumas. 
Jugador favorito:
Tengo tres. Hugo Sánchez, Zinedine Zidane y Carles Puyol. Los dos últimos jugaban con el número 5 en el dorsal y es el número que yo usaba en honor a ellos. Mi posición natural es defensa.